viernes, 6 de febrero de 2009

Una teoría sobre la exclusión social: Una aproximación de competencia por activos (II)

Dicho esto, discutamos ahora sobre la distribución de los activos entre la población. La distribución de los activos entre los individuos dependerá tanto de la “lotería del nacimiento” como del esfuerzo responsable de los mismos. Esta distinción nos lleva a pensar en dos temas claves interrelacionados: a) el proceso a través del cual los individuos adquieren los activos y los mecanismos institucionales que se hallan detrás de ello, y, b) el tema de la responsabilidad personal y sus implicancias para la teoría moral.

Producto de la “lotería del nacimiento”, los individuos reciben una dotación básica de activos, compuesta por su dotación de activos naturales más un stock de activos sociales determinados por el stock de activos sociales de sus padres. A estos activos los denominaremos activos básicos, por ser el punto de partida del proceso de acumulación de activos de un individuo a lo largo de su existencia. La distribución de dichos activos es “moralmente arbitraria”, en la medida de que ningún individuo pudo influir sobre la composición del stock de activos bajo su control. Sin embargo, cada individuo si será “moralmente responsable” de los resultados que obtenga a través del uso de dichos activos, tanto en la transformación de estos activos en niveles de bienestar como en la consecución de mayores activos a partir de su dotación básica.

Provistos de esta dotación básica los individuos compiten por el control de activos sociales claves para su desarrollo humano. Estos activos sociales no caen como el mana del cielo o son lanzados desde helicópteros, sino que son distribuidos a través de un conjunto de instituciones que hemos denominado instituciones básicas. Estas instituciones establecen las reglas de juego que se hallan detrás de la distribución de los activos y determinan, por tanto, las posibilidades de acumulación de los mismos por parte de los individuos.

Entre las instituciones básicas más importantes podemos contar:

1. Instituciones que facilitan el acceso a activos productivos como tierra y capital,
2. Instituciones educativas,
3. Instituciones de salud,
4. Instituciones que facilitan el reconocimiento y protección de los derechos de propiedad,
5. Instituciones de representación política y sufragio,
6. Instituciones de resolución de disputas y manejo de conflictos,
7. Instituciones de protección social.

El rol que cumplen las instituciones básicas no se limita exclusivamente a la provisión de los activos, sino que además cumplen el rol fundamental de asegurar el control por parte del propietario tanto del activo como de los rendimientos que generan. De allí la importancia de las instituciones que permiten el reconocimiento y la protección de los derechos de propiedad dentro del conjunto de instituciones básicas.

Dado el conjunto de instituciones básicas, los individuos competirán por el control de los activos sociales. Las posibilidades de éxito al alcance de cada uno de ellos dependerán crucialmente de su respectiva dotación básica, dado el grado de apertura institucional. Así, si las instituciones básicas son abiertas e inclusivas el peso de las desigualdades iniciales sobre la perspectiva de vida de los individuos será menor, es decir, habrá mayor movilidad social. Un individuo que cuente con una menor dotación básica de activos que otro podría remontar las desventajas iniciales y disminuir la brecha que los separa gracias a un acceso equitativo a los activos sociales. Lo inverso también es válido. Instituciones básicas muy cerradas y excluyentes conllevarán a la profundización de las desventajas iniciales entre los individuos, acentuando con ello la desigualdad social.

¿De qué dependerá el grado de apertura de las instituciones básicas? Sin duda, es de suma relevancia para nuestros propósitos establecer con precisión una respuesta a esta interrogante, más aun en el contexto de las sociedades andinas objeto de nuestro análisis. A nuestro entender dicho grado de apertura institucional dependerá de la confluencia de una serie de factores cuyas raíces podemos rastrear en la historia. Dicha apertura sería el resultado de la persistencia a lo largo del tiempo de un conjunto de arreglos institucionales que son producto de las condiciones iniciales de la sociedad, en particular su grado de equidad. De acuerdo con Engerman y Sokoloff (2002), en sociedades que nacieron con mayor grado de equidad, las elites estuvieron menos predispuestas a establecer reglas, leyes y políticas gubernamentales que los favorecieran excesivamente frente al resto de la sociedad, favoreciendo el desarrollo de instituciones que promovieron un acceso equitativo a las oportunidades, contribuyendo de esta forma a la persistencia de arreglos sociales más equitativos. Por otro lado, "...in societies that began with extreme inequality, elites were better able to establish a basic legal framework that insured them disproportionate shares of political power, and to use that influence to establish rules, laws, and other government policies that greatly favored them relative to the rest of the population in terms of access to economic opportunities, contributing to persistence of the high degree of inequality" (Engerman y Sokoloff 2002: 3).

Así, la persistencia del grado de equidad inicial de la sociedad a través del tiempo opera por medio de la persistencia de las instituciones básicas, en particular su grado de apertura. En aquellos lugares en donde, producto de un alto grado de inequidad inicial, se constituyeron instituciones básicas excluyentes, la desigualdad social se ha mantenido elevada a lo largo del tiempo gracias precisamente a la persistencia a través de la historia de dichas instituciones básicas a las que la desigualdad inicial dio origen. Del mismo modo, allí donde la desigualdad inicial fue baja, las instituciones básicas que se configuraron permitieron un acceso más democrático a los activos sociales, facilitando con ello la reproducción del elevado nivel de equidad inicial.

Dos nuevas preguntas emergen a partir de nuestra respuesta anterior: 1) ¿por qué algunas sociedades “nacieron” con un mayor nivel de desigualdad inicial que otras? y, 2) ¿por qué persisten las instituciones que sostienen y reproducen en el tiempo dicha desigualdad inicial? Una primera respuesta a la primera pregunta la podemos encontrar en los trabajos de Stanley Engerman y Kenneth Sokoloff. Estos autores han insistido en que las diferencias iniciales en el grado de desigualdad pueden ser atribuidas a las respectivas dotaciones de factores de cada sociedad. Estas diferencias han tenido un impacto profundo y duradero en sus patrones de desarrollo debido a su efecto sobre el tipo de instituciones que se constituyeron en dichos sistemas sociales. Así, mientras que en el Brasil y el Caribe las condiciones favorables para el desarrollo de cultivos como el azúcar, con alto valor en el mercado, favoreció el uso intensivo de esclavos (lo cual derivó en la conformación de sociedades muy heterogéneas con elevados niveles de concentración de riqueza, capital humano y poder político), en América del Norte las condiciones climáticas favorecieron un régimen de producción de cultivos mixtos, sujeto a bajas economías de escala, en el cual se utilizaron pocos esclavos consolidándose luego como sociedades relativamente homogéneas y con mayor grado de equidad en el acceso a los recursos productivos y las oportunidades. En el caso de la América Hispana la relativamente abundante disponibilidad de tierras, la abundancia de fuerza de trabajo nativa y la riqueza de los recursos minerales crearon condiciones para el desarrollo de instituciones que favorecieron la concentración de riqueza y los recursos en las elites (Engerman y Sokoloff 1994 y 2002).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Felicitaciones por la pulcritud en la redacción y el análisis ordenado, pero...cuidado, No hay novedad.