Acabo de leer un artículo de Pedro Francke en el que comenta los resultados del libro escrito por el epidemiólogo ingles Richard Wilkinson "The Spirit Level" sobre los efectos perversos de la desigualdad. Pedro resume los hallazgos del libro de este modo:
“Estudios científicos muestran que los países con mayor desigualdad económica tienden a sufrir los siguientes efectos:
1. La gente vive menos y la esperanza de vida es menor.
2. Su gente es menos feliz.
3. Crecen económicamente menos.
4. La confianza entre sus ciudadanos es menor.
5. El status social de las mujeres es más bajo.
6. Hay más personas mentalmente enfermas.
7. Consumen más Drogas.
8. La movilidad social es menor.
9. Hay más adultos y niños obesos.
10. Los niños aprenden menos y tienen menos logros educativos.
11. Hay más embarazos adolescentes y más abortos.
12. La tasa de homicidios es mayor.
13. Los niños son más propensos a la violencia.
14. Hay más presos en las cárceles.
Como ven, amigos, la lista es larga y las implicancias son grandes. La desigualdad es socialmente corrosiva.” La desigualdad es corrosiva.
Un problema con el argumento que Pedro toma del libro de Wilkinson es que es muy difícil poder establecer una relación causal precisa entre la desigualdad y las dimensiones arriba citadas. La mayoría de los estudios que exploran estas correlaciones están plagados de problemas de diseño, por lo que, es difícil argumentar que las correlaciones mostradas revelen una verdadera relación causa-efecto. Podría ser que, sean factores no observables el que expliquen tanto la desigualdad como el crimen, por mencionar solo una de las dimensiones del listado de Pedro.
Aunque cueste admitirlo, es muy poco lo que los economistas realmente sabemos sobre los efectos de la desigualdad, en parte porque ni siquiera nos hemos puesto de acuerdo en que (o cuales) dimensión(es) de la desigualdad es(son) la(s) que importa(n).