martes, 27 de mayo de 2008

Progresistas "Ingenuos" versus Progresistas "Sofisticados": la izquierda peruana al banquillo de la historia

Comparto este texto que escribí hace un año sobre, lo que creo, es el perfil de la izquierda actual en el Perú. Lo hago a partir de las informaciones a las que he tenido acceso sobre la llamada Cumbre de los Pueblos. Creo que lo interesantes de estos espacios es que están permitiendo distinguir con mayor claridad quienes han realmente evolucionado a partir de las concepciones erradas que sostenía la izquierda en los 70, y quienes, al final del día, persisten en sostener creencias fracasadas, y –lo que es peor aun- peligrosas para el desarrollo de una opción progresista que pretenda contribuir a la mejora de las condiciones de vida de los excluidos y pobres de nuestro país. La sensación es que la izquierda que el Perú necesita no existe y la que hay deberíamos mandarla a Ecuador o Bolivia.

La izquierda nos ha costado mucho a todos los peruanos. Y en esto hay que ser claros. Apostaron por una opción violentista y totalitaria como solución a los problemas del país y el resultado final solo fue mas atraso, destrucción y miles de familias desintegradas, siendo las victimas principales de todo esto precisamente a quienes se buscaba “liberar” de la opresión. Y en eso no hay quien no se moje con la lluvia, porque al final del día la única diferencia entre Sendero y la mayoría de los sectores de la izquierda es que Sendero fue el único grupo que tomo las armas, lo que era lugar común en el programa de cualquier movimiento de izquierda en aquel entonces. Y esa opción por la violencia no tiene justificación ahora ni tampoco la tenia en aquel entonces. Por eso me sorprende mucho cuando hay gente por ahí que justifica las creencias erradas y totalitarias que sostenía su generación bajo el argumento de que “éramos idealistas y queríamos transformar el mundo”. Me parece una excusa muy tonta, porque bajo esa lógica uno puede justificar las peores atrocidades que ha padecido la humanidad. Es esa explosiva combinación que surge de una ideología totalitaria y colectivos proclives a un idealismo ramplon en donde la actitud critica es considerada peligrosa y “revisionista”; grupos que se creen portadores de la “verdad” y salvadores del mundo. Es la misma combinación que mueve a los terroristas musulmanes para asesinar gente inocente so pretexto de agradar a su Dios. No hay nada que excuse el haber sostenido una opción violentista, sectaria y autoritaria, y eso será parte del triste legado histórico que nos deja su generación a quienes somos mas jóvenes. No hay lugar para la redención histórica ni para el perdón.

De ahí que la vanguardia de un movimiento progresista le corresponda a mi generación. Ante su fracaso, buena parte de la gente de su generación se ha dedicado a competir por migajas del poder, subiéndose al carro de quien les de un poco de espacio (Humala es el ejemplo mas reciente). Ya no quieren pensar el país, se limitan a maquillar sus viejas y desfasadas lecturas de nuestra realidad, jugando a dicotomías simplistas en donde hay “buenos” y “malos”, buscando contradicciones en realidades cuya complejidad requieren un análisis mas fino y con una actitud sectaria que soterradamente considera a visiones distintas a la suyas como “neoliberales” o “burguesas”. Algunos, más despistados aun, persisten en sostener viejas ideas y a caer en absurdas contradicciones. Todavía se dejan seducir por opciones totalitarias y caudillistas como la de Hugo Chávez, o todavía miran con nostalgia y simpatía la dictadura cubana. Sin embargo, eso no significa que los mas jóvenes debamos tomar una actitud excluyente con las generaciones que nos antecedieron. Creo que es solo un tema de quien va a la vanguardia pues la experiencia acumulada por generaciones anteriores es sumamente útil, aunque en la mayoría de los casos solo sirva para saber por donde no debemos ir. El tema, para nosotros, es con quienes podemos contar y a quienes debemos, no solamente dejar de lado, sino combatir política e ideológicamente hasta neutralizarlos y hacerlos inofensivos.

El punto crucial es entonces con quienes podemos contar para la construcción de una opción progresista (obvio el uso de la palabra izquierda porque dejo de tener un sentido util) incluyente. Y es aquí donde uno puede distinguir dos tipos de progresistas: el “progresista ingenuo” y el “progresista sofisticado”. Voy a tratar de caracterizar ambos tipos de progresistas.
El progresista ingenuo es el tipo de progresista que, en el fondo, no aprendió nada de los errores del pasado. Es aquel que no condena la violencia, sino que inclusive la “santifica” cuando viene del “pueblo”, y la considera un método valido de praxis política. Es aquel que no se toma la democracia en serio, pues aunque proclame ser demócrata defiende regímenes dictatoriales como el cubano o el venezolano, aunque de democráticos no tengan nada y en donde las libertades del “pueblo” están flagrantemente restringidas. Claro esta, justifican sus contradicciones basándose en supuestos logros sociales de estos regímenes, dejando de lado el hecho de que precisamente en ausencia de libertades políticas dichos logros no constituyen derechos en si mismos.

El progresista ingenuo es intolerante a la diversidad de ideas y a la crítica, se siente –aunque no lo expresa abiertamente- dueño de la verdad, y por tanto no tolera visiones alternativas que cuestionen la suya, ni que menoscaben su purismo ideológico. Habla todavía de “movimiento popular”, y mete en el mismo saco a todo colectivo excluido tratándolos como un ente homogéneo, del cual –como no podría ser de otra manera- se siente portavoz –aunque dicho “pueblo” lo rechace continuamente en cualquier elección- y además tutor, pues se preocupa –¡como si pudiera eso ser posible!- de cuidar que dicho movimiento no se “contamine” con ideas “burguesas”.

El progresista ingenuo suele razonar con falacias. No debate, solo acusa. Anda armado de frases hechas para descalificar al adversario en vez de derrotarlo con ideas. Es también un animal religioso e iluso, todavía sueña con una sociedad perfecta –la promesa de Marx: el comunismo-, en donde no habrá conflictos y todos serán felices porque no existirá propiedad privada. Cree todavía, muy ingenuamente claro esta, que los experimentos socialistas fueron mal llevados y que, en realidad, no fallo la teoría sino la aplicación. Por eso que todavía tiene esperanza en la “revolución”, sobre todo allá en donde propuestas de izquierda han ganado las elecciones, en donde –según forma simplista de ver el mundo- los “cruzados” izquierdistas deberán luchar contra los “malos” de la derecha, quienes se oponen al “pueblo” en su intento de redimirlo de la pobreza.

El progresista ingenuo es voluntarista. Piensa que para cambiar el statu quo basta ganar el poder y neutralizar a los “malos”, usualmente la derecha, Estados Unidos, el Banco Mundial, el Fondo Monetario, o cualquier cosa que represente a los “enemigos del pueblo”. Este es su peor rasgo y el que me desagrada más por sus implicancias para el desarrollo. Dado que se quedo en el pasado con su teoría anquilosada –o con una actualización monse de las que abundan en Rebelión-, se resiste a incorporar en su lectura de la realidad los nuevos avances de las ciencias sociales, porque dice, como no podría ser de otra manera, que son expresiones de las ciencias “burguesas” y por tanto reflejan los intereses de la clases dominantes. La consecuencia de ello es la inocencia con la que pretenden llevar a cabo sus planes de transformación cuando llegan al poder. Desconociendo los avances de la moderna economía política, pretenden cambiar el estado de cosas con asambleas constituyentes y cambios en las reglas de juego, como si ese tipo de estrategias no fuesen fácilmente reversibles en contextos institucionales disfuncionales como el nuestro, y el de nuestros vecinos cercanos. Aplauden hasta con los pies las iniciativas que en ese sentido se plantean en Ecuador, Bolivia o Venezuela, y seguro –cuando fracasen, como es de esperarse- ya encontraran un culpable a quien cargarle el “muerto”.

En cambio, el progresista sofisticado es aquel que logro evolucionar, acepto los errores del pasado y tiene una actitud mas abierta hacia otros sectores de la sociedad en la tarea de sacar al país del atraso. Es consecuentemente demócrata y pacifista, condena toda forma de dictadura, aun la que se ejerce en nombre del pueblo como en Cuba, y le da asco los regimenes de naturaleza autoritaria, no solo porque ha padecido las nefastas consecuencias de los mismos, sino porque también reconoce que no hay régimen autoritario que no deje a su paso una secuela de violaciones a los derechos de las personas. Reconoce las limitaciones de la democracia formal y de la economía de mercado, pero –a diferencia del pasado- entiende que la solución no pasa por subvertirlas, sino más bien radicalizarlas y extenderlas a quienes no tienen la posibilidad de disfrutarlas. Es realista y secular, ya no tiene fe en soluciones mágicas sacadas del manual de Hanecker, y se enfrenta a la tarea de repensar seriamente el país tomando los avances mas recientes de la ciencia, siendo consciente siempre de su carácter temporal y mejorable. Es principista, promueve los valores de la solidaridad y la equidad pero no pretende imponérselos a los demás. Es defensor de los derechos humanos, inclusive de quienes los violaron, y no justifica todo lo que venga de los excluidos tan solo porque son excluidos. Esta con ellos, pero no se arroga su representación, menos aun cuando en los últimos anos ese mismo pueblo le ha dado las espaldas electoralmente. No es populista y respeta los principios macroeconómicos básicos pues es consciente que las crisis macroeconómicas son muy perjudiciales para los más pobres. Tampoco le teme a los arreglos comerciales, pues es consciente de la evidencia internacional que indica que los países abiertos a la competencia internacional han logrado expandir el bienestar de sus ciudadanos mas rápidamente que aquellos que no lo hicieron. Respeta la propiedad privada y la defiende, y es consciente de que es necesario extender la misma a quienes no la tienen o que no tienen sus derechos de propiedad reconocidos. Apuesta por un estado activo en políticas que extiendan los derechos económicos y sociales de todos sus ciudadanos, pero detesta un estado rentista y mercantilista, con grupos de poder que viven a costas de los impuestos de todos bajo cualquier pretexto de supuesto desarrollo agrícola o industrial.

Claro esta, estos dos tipos de progresistas solo son caricaturas, y en la práctica tenemos progresistas que tienen más o menos de los dos tipos que he tratado de describir. Claramente, la apuesta es promover una corriente política con progresistas que se aproximen a lo que es un progresista sofisticado. Ciertamente, aquí hay un tema de que tipo de cosas podemos tolerar de un progresista que esta a medio camino entre los que he descrito. Creo que, mientras hay muchas cosas susceptibles a negociación, no es posible transar en dos cosas: democracia y paz. Aquellos a los que todavía los seduce opciones autoritarias o posturas violentistas no deberían tener cabida en una opción progresista moderna. A esa gente, como diría Lenin en relación a la burguesía, hay que aplastarle la cabeza. Ideológicamente hablando, claro esta.

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