Son muy pocas las doctrinas que como el marxismo han logrado, a lo largo de la historia, movilizar los esfuerzos de miles de hombres en el afán de construir una sociedad mejor. Inspirados en las ideas de Marx, intelectuales, obreros y políticos de muchos países del planeta llevaron acabo experimentos de transformación social con el propósito de alcanzar la promesa de bienestar social explicito en el mensaje del considerado hombre más influyente del milenio, con los resultados por todos conocidos.
Sin embargo, y más allá del patente fracaso de estas experiencias, no cabe duda que el credo marxista traía consigo un mensaje fuertemente igualitario. La condena de Marx a la sociedad capitalista de su época no hubiera tenido sentido si no hubiera sido testigo presencial de los efectos negativos asociados a la revolución industrial. Las extensas jornadas de trabajo, las condiciones inhumanas del mismo y los magros salarios eran parte de un cuadro desolador que Marx trató de comprender en un principio y luego transformar.
Ciertamente, dicho mensaje igualitario no deja de ser seductor en la actualidad. De hecho, algunos sectores (sobre todo la izquierda) se sienten poseedores de cierta superioridad moral frente a otros sectores políticos por esta razón. Tengo la hipótesis de que dicha vocación igualitaria del marxismo (y por extensión del socialismo marxista) esta mal planteada y que disponemos en la actualidad de teorías de justicia distributiva más potentes que la que se basa en Marx. Como no hay mejor forma para cuestionar una teoría rival que conociéndola, me animo a escribir sobre un tema tan complejo y apasionante, a riesgo de ser criticado por los amantes de la Vulgata marxista.
Este mensaje igualitario puede ser considerado a su vez como uno de los alegatos más contundentes contra la desigualdad generada por el sistema capitalista. De hecho no es exagerado afirmar que en todas las teorías de vena marxista la motivación central la constituye la denuncia moral, explícita o implícita, de las disparidades en la distribución del bienestar que deriva del funcionamiento del sistema. Por esa razón, quiero discutir en una serie de posts la visión de justicia distributiva que se desprende de los escritos de Marx, y trazar la evolución del pensamiento de Marx en este respecto. Más importante aun, me parece discutir las visiones de justicia de los seguidores modernos de Marx, como es el caso de los marxistas analíticos. Me basaré en las contribuciones de los analíticos pues considero que el resto del marxismo puede ser categorizado –siguiendo a los mismos marxistas analíticos- como bullshit.
Decía que la condena moral de las desigualdades engendradas por el capitalismo es consustancial al marxismo. Es en los escritos del propio Marx en donde ello se manifiesta con mayor claridad. Su evolución teórica es un notable esfuerzo por develar la "anatomía de la sociedad burguesa", esfuerzo que transita desde la critica moral y filosófica de la desigualdad, presente en sus primeros escritos, hacia un análisis con pretensión científica del modo de producción capitalista, presente en su obra económica de madurez, en particular en Das Kapital.
En su primera etapa la condena marxista del capitalismo se apoya en la filosofía. La influencia hegeliana es decisiva en este periodo, en particular la crítica realizada por Hegel al capitalismo a causa de su negatividad, critica que es asumida por Marx casi sin reservas. La sociedad capitalista, según este autor, esconde bajo la apariencia de orden y armonía un esquema de organización social claramente irracional. Para el joven Marx, como para su maestro Hegel, la sociedad burguesa ofrece un espectáculo de miseria física y moral bajo la apariencia de interés común. La división del trabajo y la propiedad privada en que se fundamenta el capitalismo traen consigo el agrandamiento de las diferencias entre los hombres, el embrutecimiento de los trabajadores y un incremento de su dependencia frente al capital. En suma, la sociedad burguesa tiene como condición, según el joven Marx, la miseria de la gran mayoría.
Sin embargo, el distanciamiento de Hegel no se hizo esperar. Marx no aceptaba la salida propuesta por su maestro quien encontraba en el Estado el medio a través del cual habría de superarse la negatividad de la sociedad burguesa, constituyéndose así en el mecanismo que aseguraría la "realización de la libertad" de los individuos. Por el contrario, el Estado, que debería velar por el interés general, parece obrar-según Marx- sólo en defensa de la propiedad privada.
De esta forma, tanto Marx -como Engels- encuentran en la propiedad privada el fundamento de la irracionalidad de la sociedad burguesa y el origen de las desigualdades que la caracterizan. En los Comentarios a la Obra de James Mill y en los Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844 Marx realizó una severa critica de la propiedad privada que puede ser resumida, siguiendo a Ureña (1977), en los siguientes términos:
“Una economía basada en la propiedad privada tiene como presupuesto fundamental el que el hombre individual produce únicamente para tener la mayor cantidad posible de productos, es decir, tiene un fin egoísta y está alentada por la 'codicia'; igualmente, el intercambio de productos tiene como única finalidad el enriquecimiento egoísta propio, es decir, el intercambio tiene como ley el engaño mutuo, la explotación mutua, la guerra entre codiciosos, en una palabra: la 'concurrencia'; el productor individual que, necesitando sólo un par de zapatos para calzarse asimismo, produce mil pares, no lo hace por el gozo humano de poder así calzar a mil de sus semejantes, sino sólo por el motivo de 'intercambiarlos' contra otras cosas y 'tener' así más y más. Con esto Marx cree descubrir el verdadero significado de la propiedad privada burguesa: bajo sus presupuestos el trabajo es un trabajo alienado, egoísta, inhumano.”
Así, en la sociedad capitalista la división del trabajo tiene por fin producir mercancías para el intercambio y no para la satisfacción de las necesidades. El trabajo humano pierde entonces todo carácter social y los individuos se relacionan entre ellos en tanto poseedores de mercancías y no como seres humanos. He aquí la irracionalidad de esta sociedad según Marx: el mundo de las cosas cobra más relevancia que el mundo de los seres humanos. El trabajo humano es así un trabajo alienado.
Marx profundiza su crítica analizando con mayor detalle la alienación del trabajo humano, acercándose a lo que seria luego su teoría de la explotación, base fundamental de la crítica marxista a las desigualdades que genera el sistema. El concepto de alienación que desarrolla en los Manuscritos Económicos-Filosóficos de 1844 tiene un contenido socioeconómico profundo, lo cual lo aleja de la naturaleza filosófica del concepto que Marx había tomado en un principio de Hegel, Schelling y Feuerbach. En Marx, el hombre alienado ya no es aquel ser desgarrado que se aferra a un mundo religioso o especulativo. Es ahora el miembro de una sociedad imperfecta, una sociedad deshumanizada, una sociedad que es inhumana-según Marx- en la medida en que el trabajo de sus miembros, el mismo que debería permitir el desarrollo pleno de éstos, es un trabajo alienado, un trabajo que no produce para sí ni para la satisfacción de las necesidades humanas (Mandel 1969, pág. 24-25). Este análisis lleva a Marx a precisar con mayor claridad al principal perjudicado de este trabajo alienado y alienante: el proletario.
En los Manuscritos Económicos-Filosóficos de 1844 Marx expresaba esta idea en los siguientes términos:
“Partimos de un hecho económico 'contemporáneo'. El obrero se vuelve tanto más pobre cuantas más riquezas crea....El obrero se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más mercancías produce. La 'devaluación' del mundo humano aumenta en proporción directa a la 'supervaloración' del mundo de las cosas. El trabajo no produce solamente mercancías; se produce también así mismo y al obrero como 'mercancía', y esto precisamente en la medida en que produce mercancías”.
Así, mientras tanto más trabaja el obrero tanto más crea un mundo de objetos que le son hostiles y le aplastan (Mandel 1969, pág. 29).
En el proceso de su evolución teórica Marx logra descubrir cuales son, a su entender, las causas últimas de la alienación del trabajo humano. Marx encuentra que son la división del trabajo y la producción mercantil, conjuntamente con la propiedad privada, las raíces de la alienación.
En otro pasaje del mismo manuscrito a propósito de esto Marx escribiría:
“...mientras la división del trabajo eleva la fuerza productiva del trabajo y la riqueza y el refinamiento de la sociedad, empobrece al trabajador hasta equipararle a una maquina. Mientras que el trabajo trae consigo la acumulación de capitales y con ello el bienestar creciente de la sociedad, hace al trabajador cada vez más dependiente del capitalista”.
De esta forma, el trabajo alienado es aquel trabajo que-según nuestro autor-no es propietario del producto generado; es el trabajo que produce para enriquecer a otros. En otras palabras, y de acuerdo con este enfoque, es aquel trabajo que refleja la división de la sociedad en dos clases antagónicas, la existencia de una marcada contradicción entre el trabajo y el capital, y la presencia de la propiedad privada sobre los medios de producción como el arreglo social fundamental en la sociedad capitalista. En suma, una sociedad basada en la explotación del hombre por el hombre, la explotación del proletario en manos del capitalista.
Hasta aquí resulta claro que para Marx el sistema capitalista se fundamenta en una relación de intercambio desigual, y por lo tanto injusta, entre el proletario desposeído de los medios de producción y el capitalista cuya propiedad privada sobre estos medios le permite imponer condiciones a la hora de distribuir los frutos del proceso de creación de riqueza. Esta relación de intercambio desigual tiene su origen–según Marx-en la lógica del sistema, orientada a la producción de mercancías para el intercambio mercantil y no en la producción de valores de uso para la satisfacción de las necesidades. Esto nos lleva a la famosa teoría del valor que Marx delinea en su trabajo de madurez, fundamentalmente en su obra magna, Das Kapital, la cual, a pesar de su pretensión científica, esta llena de una carga normativa implícita.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
Últimas Entradas
- Gracias Chorri
- Jess Benhabib sobre democracia y distribución
- Sobre la eliminación de compra de libros obligatoria en la educación básica
- Curso de Microeconometría en San Marcos
- Resultados del II Curso de Econometria Aplicada para la Investigación Economica
- Últimos días para aplicar al II Curso de Econometría Aplicada para la Investigación Económica
- International Society for New Institutional Economics meeting en Stanford
- Manuel Dammert y la oferta humalista del gas a 12 soles
- ¿Crónica de un fracaso redistributivo anunciado? (I)
- Reflexiones post-electorales
- “Poor Economics” y “More than Good Intentions”: Los nuevos libros de los randomistas
- PACDEV 2011 en Berkeley
- Syllabus del curso “Latin American Politics” de Ruth Collier y el unmaking of a “trucho” comparativist
- Congresistas en spot televisivo
- El electarado: evidencia empírica
- La maldita desigualdad
- Los ídolos de barro de la prensa peruana
- Entrevistando a científicos sociales: David Collier
- Contrafactuales municipales: ¿y si no hubieran tachado a Kouri?
- Sobre como los analistas políticos patinaron con sus predicciones electorales
1 comentario:
Muy interesante y valioso tu blog. Es inspirante saber que un egresado de mi misma Alma mater puede alcanzar estos niveles. Saludos desde la Facultad.
Publicar un comentario