En los últimos años, la economía del desarrollo ha ganado un prestigio inusitado debido al rigor académico y metodológico que la caracteriza, lo cual se debe en parte al cada vez mas intensivo uso de experimentos para evaluar que y que no funciona en función al ideal de acabar con la pobreza en el tercer mundo. Muchas de las mentes más brillantes de la profesión están en esta área, como lo demuestra el hecho de que la última medalla John Bates Clark (una suerte de premio Nobel) se la hayan dado a una de las economistas que más ha contribuido al desarrollo de lo que Angrist llama la “revolución de credibilidad en la economía empírica”.
Sin embargo, a pesar de los avances, estamos muy lejos de tener una idea completa de lo que funciona. Y es que los problemas de desarrollo son tan complejos que los que nos dedicamos a este campo siempre sentimos en carne propia la limitación de nuestro conocimiento, por lo que una dosis de humildad siempre debe acompañar cualquier discusión sobre el tema.
Por esa razón, me llama la atención cuando un lego en economía afirma, sin que se le mueva un solo musculo de la cara, que ha descubierto la “solución” a los problemas de pobreza del mundo y que ello constituye, según él, “un aporte original a la teoría económica”. Se trata de Carlin, quien parece creer que la reducción de la jornada laboral es una suerte de “magic bullet” para la solución de los problemas arriba mencionados. En sus propias palabras: “La implantación de la jornada de 4 horas significaría no solo el fin de la crisis, sino el pleno empleo, la disposición de tiempo libre para todos y la apertura de una época nueva de estabilidad y verdadero progreso para la humanidad. Ese es, precisamente, nuestro aporte original a la teoría económica.” Nuestra tesis encuentra respaldo en Alejandro Nadal.
En este post voy a argumentar lo siguiente: 1) que la propuesta de la reducción de la jornada laboral mediante una acción colectiva global de los trabajadores es infactible; b) aún en el escenario que esta huelga se realizara, la reducción de la jornada no eliminara la pobreza como sueña su propulsor, y c) la propuesta se basa en un visión limitada (burda, diría además) del funcionamiento de los mercados laborales del mundo. La cual se basa a su vez en una teoría que ha demostrado ser lógicamente inconsistente y empíricamente falsa. Antes de eso, aquí una selección de los argumentos del caricaturista:
“Hay una salida a la crisis del capitalismo, y está en la unión de las luchas de los trabajadores del mundo, alrededor de la reivindicación más importante, y la única capaz de revertir esta situación. Esa reivindicación es la jornada de cuatro horas, equivalente hoy a lo que en su momento fue la jornada de ocho horas (firme y lúcidamente apoyada por Marx y Engels).” Comentario a un supuesto texto de Fidel Castro.
“…En cambio, con cuatro horas aseguraríamos que el impacto en el desempleo sea contundente. ¡Podríamos lograr, en poco tiempo, nada menos que el pleno empleo a nivel mundial!. Tengamos en cuenta que el pleno empleo a nivel mundial (algo que hasta hoy parece un sueño inalcanzable) significa, por lo menos, el principio del fin de la pobreza en el mundo.” ¿Por qué cuatro horas? (Respuesta a ‘Mil Demonios’)
“La respuesta, amigos, es muy simple: falta empleo porque los que tienen trabajo están trabajando demasiado. El aumento de la productividad, que debería beneficiarnos a todos, se convierte en una amenaza, porque cuando la productividad aumenta en una empresa, se despide gente, en lugar de reducir las jornadas, que sería lo único sensato. Hay que reducir la jornada para que todos tengan trabajo (y cuando todos tengan trabajo, dicho sea de paso se pondrá fin a la pobreza). Hay que reducir la jornada, amigos, ciudadanos del mundo, porque, de no hacerlo, estamos alimentando una caldera de discriminación exclusión, violencia social como nunca antes se ha visto. Hay que reducir la jornada, y hay que hacerlo drásticamente, porque de lo contrario el mundo se encamina a la barbarie.
Pero cuando vamos, entonces, felices de haber encontrado la solución, donde la gente, para proponerle que pongamos en práctica esta medida sencilla, sin costo, de resultados inmediatos y universales, como es la jornada de cuatro horas, ¿qué nos dice la gente? La gente se espanta. La gente se horroriza, se irrita, nos dice que estamos locos. Algunos dicen: ¡me da la gana de trabajar 24 horas, me gusta la plata, y listo!
Entonces, descubrimos, aterrados, que lo que pasa es que la gente, nuestros vecinos, nuestros compañeros de trabajo, toda la gente, ESTÁ CIEGA.” Ceguera
Todos los subrayados son míos. En lo que sigue elaborare los argumentos de un “ciego” que no puede ver lo que el iluminado Carlin sí. Ese es el problema de leer a economistas marginales cuyas contribuciones no encuentran respaldo en el núcleo de la profesión (que tiende a ser más riguroso que los ensayistas a los que Carlin acude para encontrar respaldo para lo que él llama su “contribución original” a la teoría económica).
(La caricatura es de Carlin)
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