A partir de mis últimas entradas sobre el tema de igualdad de oportunidades (ver aquí, aquí y aquí), voy a comenzar una serie de posts discutiendo el concepto de igualdad que se desprenden de los trabajos de economistas y filósofos modernos que han discutido el tema. En particular, mi propósito es poner en cuestión esa suerte de monopolio que pretende arrogarse la izquierda sobre la lucha por la igualdad y las condiciones de vida de los más necesitados. En realidad, la dimensión de recursos materiales es solo una de las dimensiones sobre la cual podemos evaluar las diferencias entre las personas. Una de las ideas básicas que trataré de mostrar es que la visión que tiene la izquierda respecto a la desigualdad es defectuosa comparada con otras visiones alternativas.
Gran parte de esta confusión tiene que ver con la forma en que la igualdad es percibida por el ciudadano común. Cuando se habla de igualdad, lo primero que muchos piensan es la igualdad en el vector de ingresos o, en un sentido más general, de bienes materiales. Los teóricos de la justicia modernos concuerdan que dicha visión, que es básicamente la defendida por la izquierda, es básicamente defectuosa, como se desprende de mis posts sobre igualdad de oportunidades y que espero desarrollar en los posts siguientes.
Antes de empezar nuestra discusión sobre a los problemas económicos y filosóficos de la desigualdad, es pertinente hacer explícitas dos cuestiones básicas señaladas por Amartya Sen respecto al tema distributivo. En primer lugar es preciso reconocer que el asunto de la igualdad, y las demandas que emergen en búsqueda de esta, no pueden obviar el hecho fundamental de que los seres humanos son esencialmente diversos, tanto en sus atributos internos como a los factores externos con los que se enfrentan. El no reconocimiento de estas diferencias puede derivar en la incapacidad para comprender la naturaleza y los alcances de la problemática distributiva.
En segundo lugar, existe una multiplicidad de variables a partir es posible juzgar la igualdad. De esta manera, la diversidad humana conduce a divergencias en la valoración de la igualdad cuando esta se contrasta con variables distintas. De allí la relevancia de plantear correctamente que entendemos por igualdad y sobre de qué tipo de ésta estamos hablando.
Los seres humanos somos muy diferentes en distintos respectos. Estamos sujetos a distintas características y circunstancias tanto externas como internas. Llegamos a este mundo provistos de diferentes dotaciones de activos, recursos y talentos. Tenemos distintos orígenes familiares, somos de razas diferentes y, claro está, de diversos géneros. Vivimos en ambientes naturales y sociales cuyas diferencias condicionan nuestras oportunidades y posibilidades de ser y hacer. Somos, en suma, producto de las diversas condiciones con las que empezamos nuestra existencia y de las circunstancias en la que ésta se desenvuelve.
Dependiendo de la forma en que estas diferencias se traduzcan en términos de disparidades de ingreso y riqueza es que podremos considerar a la desigualdad como un problema ético. Si la desigualdad distributiva es resultado, en parte, de las diferencias individuales en las dotaciones de activos y recursos que se constituyen por tanto en factores que escapan del control de los individuos (y por ende “moralmente arbitrarios”), estaremos entonces frente a una situación éticamente problemática, puesto que el conjunto de factores claves para la creación de riqueza resultan siendo “externos” al individuo. Sin embargo, las disparidades de ingreso y riqueza son reflejo también de diferencias individuales en materia de esfuerzo, ambición y disposición de asumir riesgos. Dado que estos factores pertenecen al ámbito de la responsabilidad personal resulta siendo evidente que no toda desigualdad del ingreso termina siendo un problema ético.
Entonces, las diferencias existentes entre los individuos en términos de atributos personales y de características externas son de vital importancia para evaluar la desigualdad. Ello es así puesto que la igualdad en un ámbito determinado generalmente suele ir acompañada con desigualdades en otros ámbitos alternativos. Si, por ejemplo, se lograse construir un sistema social en el cual se asegure un nivel de ingresos similar para todos los individuos, ello no nos garantizaría que todos estos logren alcanzar un mismo nivel de bienestar. Aquellos miembros de la sociedad que tuviesen, por ejemplo, algún tipo de falencia física se verían limitados para realizar la transformación del ingreso obtenido en términos de bienestar debido a la carencia de algunas capacidades básicas para llevar a cabo el tipo de vida que valoran. Así, la desigualdad con respecto a una variable (por ejemplo, ingresos) puede llevarnos en una dirección muy diferente de la desigualdad en el ámbito de otra variable (por ejemplo, derechos o bienestar).
Dada la pluralidad de variables sobre las cuales es factible centrar nuestra atención (ingreso, patrimonio, utilidades, recursos, libertades, derechos, calidad de vida, etc.) con el propósito de evaluar la igualdad interpersonal, resulta siendo difícil la elección del conjunto de éstas que constituirán nuestro enfoque de evaluación, elección sin duda crucial para una adecuada aproximación al tema que nos interesa.
Las distintas teorías normativas al respecto siempre han exigido la igualdad de “algo” en particular, en razón de la importancia intrínseca y/o instrumental de ese “algo”. Así, por ejemplo, encontramos en las propuestas de John Rawls un reclamo a favor de la igualdad de libertades e igualdad en el acceso a “bienes primarios”. Amartya Sen nos habla de igualdad de capacidades mientras que Donald Dworkin nos plantea la igualdad en el acceso y control de los recursos. Inclusive, aun quienes rechazan la noción de justicia distributiva abogan por un tipo particular de igualdad. Por ejemplo, Robert Nozick es partidario de la igualdad de derechos libertarios de los individuos.
Finalmente, y aunque no suele ser reconocido, en la postura utilitarista subyace un tipo particular de igualdad. Esta consiste tratar por igual a los seres humanos en el ámbito de ganancias y pérdidas de utilidades, asignándoles igual ponderación en la función objetivo utilitarista de las ganancias de utilidad de cualquier individuo. Como bien señala Amartya Sen, “...el utilitarismo concede exactamente la misma importancia a las utilidades de todos los individuos con respecto a la función objetivo, y esta característica, unida a la formula de maximización, garantiza que las ganancias de utilidad de cada individuo tengan igual ponderación en el ejercicio de maximización”.
¿Cuál es el enfoque es más adecuado para juzgar la (des)igualdad? Como en todo campo de conocimiento es difícil encontrar un enfoque que se encuentre exento de dificultades, tanto teóricas como prácticas. En los posts siguientes discutiré las visiones sobre justicia distributiva más conocidas.
domingo, 5 de octubre de 2008
El Mito de la Izquierda Igualitaria: Igualdad, ¿pero de qué?
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igualdad de oportunidades,
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Justicia Distributiva
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1 comentario:
¿Cuál es el enfoque es más adecuado para juzgar la (des)igualdad?
Hola Stanislao:
Permiteme responder tu pregunta de una manera empírica. Creo que la desigualdad puede ser vista como una medida de dispersión respecto a un punto de concentración (segundo momento y primer momento).
Con ocasión del Censo 2005 tuve que construir un mapa de pobreza basado en necesidades básicas insatisfechas (NBI). Al aplicar los criterios de NBI utilizados en 1993, se tenía que la tasa de pobreza de reducía unos 20 puntos entre 1993 y 2005 bajandola al 33%, y estoy seguro que con una reducción de la desigualdad.
Siendo socialmente inverosímil una pobreza de 33% para 2005, construí otro criterio de NBI, y la pobreza resultó 63% para 1993 y 50% para 2005, y una reducción de 13 puntos.
Lo que concluí en ese momento es que pobreza por NBI es un criterio social, que de carecer de consenso, es inútil. Pero tambien aprendí de la ductilidad de los criterios.
Por ello, empezé a trabajar con medidas vinculadas a la condición humana per-se, es decir con exclusión del contexto social. Ejemplos de esto son el déficit calórico, talla, peso, anemia, etc.
Hasta ahora el Perú tiene un liderazgo claro en esta materia, hasta donde se ningun otro país del Tercer Mundo mide déficit calórico trimestralmente (20,000 entrevistas al año), y Perú fue el primer país en medir anualmente (6,000 entrevistas al año) talla y peso en menores de 5 años.
Saludos, Farid
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