sábado, 6 de septiembre de 2008

Discutiendo sobre Igualdad de Oportunidades (I)

Tengo este post pendiente desde hace días. Carlos del Carpio ha escrito un interesante post en el Gran Combo Club partiendo del ejemplo que discutiera aquí. Voy a re-escribir su ejemplo para ampliar la discusión del tema.

Primero, notemos que la idea de entrada sugiere una relación entre la movilidad social y la igualdad de oportunidades. También que estamos hablando al menos de dos periodos. Primero, definamos que entendemos por movilidad. Una forma de aproximarnos al tema seria considerar que existe movilidad social perfecta cuando el origen familiar no ejerce ningún rol sobre el resultado distributivo de un individuo y por tanto la correlación entre el nivel de bienestar disfrutado -por ejemplo- por mi padre y el mío sería la misma que se obtendría si se tomara aleatoriamente a un par de individuos de la población. En el caso (extremo) contrario, el origen familiar sería determinante y la correlación entre ambos niveles de bienestar sería perfecta (Aquí hay que tener en cuenta que en esta definición existe un problema empírico central que consiste en determinar a qué variables conceder importancia a la hora de aproximar el origen familiar. Hay varios candidatos como el nivel educativo, el origen étnico, la riqueza, o algún proxy de atributos no observables transmitidos generacionalmente como la disposición al ahorro, al trabajo duro, la ambición y la predisposición a asumir riesgos. Como en todo, aquí no hay lonche gratis). Es importante notar aquí que movilidad social en este esquema no solo implica la movilidad social ascendente, si no también incluye el caso en donde individuos pueden descender en la pirámide distributiva.

Volvamos al ejemplo. Sea una sociedad abstracta en donde la distribución de las dotaciones iniciales (compuesto por activos transferibles y no transferibles) es aleatoria. La posición inicial es definida en términos de los recursos que controla una persona gracias a su dotación. Si definimos una línea de pobreza definida sobre un vector de activos (obviando cualquier problema de agregación) en vez de la tradicional línea basada en ingresos, entonces podremos dividir esta sociedad abstracta entre ricos y pobres haciendo abstracción de la estructura social subyacente o suponiendo que esta es exógenamente determinada. Una versión de este supuesto seria, por ejemplo, la idea de que la distribución de los activos es exógena y que está determinada por un “shock fundacional” tal y como aparece en los trabajos del profesor Adolfo Figueroa. Este supuesto implica, en su versión más extrema, tanto que la estructura social es rígida como que la movilidad social es nula (o, dicho de otro modo, que el vector de esfuerzo de los individuos es ortogonal al bienestar que este logra). Si nos quedamos aquí, tendríamos la descripción estándar en nuestra literatura sociológica y antropológica, la cual tiende a ver a la sociedad peruana como excesivamente rígida y con escasa movilidad social. El esfuerzo individual no ejercería ningún rol relevante.

Permitamos ahora que el esfuerzo juegue un rol en el resultado distributivo. Una forma de hacer ello es modelando la estructura social. En un background paper que escribí como parte del proyecto que termino en el libro sobre discapacidad que hice para el Congreso, introduje una distinción entre instituciones vinculadas con la adquisición de activos sociales y aquellas mas vinculadas con los resultados. A las primeras las denomine instituciones básicas. La idea es la siguiente: aunque la dotación inicial es importante, lo cierto es que muchos activos claves para el desarrollo humano se obtienen por medio de instituciones sociales claves durante las fases iniciales del ciclo de vida y por tanto existe un rol para el esfuerzo individual en términos de la adquisición de dichos activos. Dado el conjunto de instituciones básicas, los individuos compiten por el control de los activos sociales –como educación y salud por ejemplo- por lo que la posibilidad de éxito al alcance de cada uno dependerá crucialmente de su respectiva dotación básica de activos, dado el grado de apertura institucional. Así, si las instituciones básicas son abiertas e inclusivas, el peso de las desigualdades iniciales sobre la perspectiva de vida de los individuos será menor, es decir, habrá mayor movilidad social. Lo inverso también es válido. Instituciones básicas muy cerradas y excluyentes conllevarán a la profundización de las desventajas iniciales entre los individuos, acentuando con ello la desigualdad social. Es por esa razón que en mi post anterior argumentaba que la estructura institucional de una sociedad es clave para comprender la igualdad de oportunidades.

Planteado así el modelo, ¿cómo entender la igualdad de oportunidades? Bueno, ello depende de cuál es el supuesto que hagamos sobre las instituciones básicas. Si estas son abiertas; esto es, la probabilidad de acceso a una institución básica que distribuye un activo social valioso es igual para todos los individuos, entonces las diferencias observadas en términos del activo efectivamente adquirido dependerá exclusivamente del esfuerzo individual (ejm: todos los niños tienen la misma probabilidad de ir al Markhan, por lo que diferencias en su performance académica dependerá exclusivamente de su esfuerzo). Si, por el contrario, asumimos que estas son cerradas, entonces dichas diferencias dependerán exclusivamente del vector de circunstancias. Una sociedad típica se encuentra ubicada en algún punto intermedio entre estas dos versiones extremas.

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