jueves, 10 de enero de 2008

Algunas Reflexiones sobre la Violencia Politica en America Latina. Peru y Argentina en perspectiva.

Hace un tiempo, escribi esto para un Boletin de Rio Abierto.

A 30 AÑOS DEL GOLPE MILITAR EN ARGENTINA: ¡NUNCA MÁS!
Por Stanislao Maldonado
Hoy Argentina se apresta a conmemorar los 30 años de una de las dictaduras más cruentas que ha conocido la historia de América Latina. Cerca de 30,000 desaparecidos y alrededor 500 jóvenes despojados de su identidad es el triste saldo de uno de los episodios más aciagos que han tenido que vivir los argentinos y con ellos todos los latinoamericanos, pues cientos de personas de países de la región, entre ellos 40 de nuestros compatriotas, perecieron en las manos de esta dictadura genocida y sádica, cuya particular sevicia quedará registrada en la historia por la secuela de dolor que dejó a su paso.

Fue en la madrugada del 24 de septiembre de 1976 en la que la Junta Militar, comandada por Jorge Videla, inicio un régimen de terror sin precedentes, un régimen cuya crueldad futura no era imaginada siquiera por los más suspicaces. La junta militar instauró el secuestro como política de Estado, arrancó a cientos de bebes a mujeres secuestradas, torturó a miles en centros clandestinos de detención (cerca de 340 en total) como la tristemente celebre Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), arrojó vivos al río de la Plata y al océano atlántico a miles de personas en los “vuelos de la muerte”, entre otras atrocidades que a pesar de paso del tiempo siguen conmoviendo a los argentinos.

Los factores que derivaron en el golpe de estado no dejan de ser controversiales, aunque hay cierto consenso respecto al rol jugado por la violencia promovida por las organizaciones terroristas. La violencia política, propiciada por el Ejercito Revolucionario del Pueblo (ERP) y la organización Montoneros por un lado y la Triple A por el otro, llego a niveles simplemente intolerables, lo cual junto a la incapacidad de Isabel Perón para dirigir las riendas del país, configuraron un escenario en el cual la sociedad en su conjunto clamaba por orden, lo cual explica el amplio respaldo que obtuvieron los militares de sectores amplios de la sociedad a la hora de dar el golpe. Así, la sociedad argentina extendió un ‘cheque en blanco’ a los militares pensando que esta seria sólo “una dictadura más” a las que ya estaba acostumbrada. Los hechos terminaron demostrando lo equivocado de esta última suposición.

Es preciso mencionar que las violaciones de los derechos humanos no fueron exclusivas de los militares pues las organizaciones terroristas mencionadas eran particularmente crueles y sanguinarias, una clara muestra que cuando se utiliza el terror como medio para el cambio social el resultado final es la barbarie. Los terroristas no sólo asesinaron a militares, sino que -en muchos casos- junto a ellos mataron a sus esposas e hijos, además del asesinato indiscriminado mediante bombas y acciones de sabotaje. Ciertamente, ni los miembros del ERP ni de los Montoneros que atacaron al Estado y asesinaron inocentes son mártires, sino violadores de los derechos humanos que merecen la misma suerte que aquellos que desde el Estado cometieron crímenes de lesa humanidad. Ahí el drama de la Argentina de hoy, la Argentina que aún esta en los primeros pasos para reconstruir su historia reciente, una historia que pondere con justicia las responsabilidades de todos los implicados, sin miradas parcializadas que terminen luego por menoscabar el proceso de búsqueda de justicia y verdad que aún no termina.

En estas últimas semanas, los argentinos se han entregado al ejercicio de la memoria y reflexión de lo que fue la dictadura. A pesar del paso del tiempo las heridas todavía están abiertas. Los periódicos publican especiales, hay reediciones de documentos históricos y libros, presentación de documentales, ciclos de cine, obras de teatro, y exposiciones fotográficas sobre el tema en un esfuerzo que –como extranjero proveniente de un país que experimentó un drama similar-llama mucho la atención. Mientras en el Perú, el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) fue recibido con cierta frialdad por parte de la población en general, el 24 de marzo la Plaza de Mayo congregó a más de 50,000 personas en una manifestación pacifica de recuerdo a las victimas de la dictadura. Ciertamente no faltaron quienes enarbolaron consignas políticas, pero también estaban aquellos que iban en familia, con hijos pequeños, y portando fotografías de sus familiares desaparecidos. Eran madres que perdieron hijos, hijos que perdieron padres, hermanos que perdieron hermanos, sobrinos que nunca conocieron a sus tíos.

Me fue inevitable pensar en el Perú mientras recorría la exposición fotográfica a propósito de la dictadura en el Centro Cultural Recoleta. Leí justificaciones de los militares en el juicio a las Juntas que no eran muy distintas a la que se escuchaban de los nuestros durante el proceso de la CVR, y que todavía repiten quienes se resisten a reconocer su responsabilidad en la masacre que se llevo consigo a cerca de 70,000 peruanos, la mayoría de ellos indígenas. Al igual que en Perú, muchos argentinos aún esperan justicia, sin conocer el paradero de los suyos, sin siquiera haber podido enterrar sus restos, negándoseles con ello el duelo y la paz. Ojala que en Perú pronto nos saquemos encima la modorra y la indiferencia, que no es más que otra expresión de la exclusión social que caracteriza a nuestra sociedad. Acabar con la impunidad y reparar a los humillados y olvidados es un imperativo moral que es preciso asumir en el futuro si aspiramos a cerrar las heridas y avanzar en la reconciliación del país.

A pesar de las dificultades, hay avances en el proceso de búsqueda de justicia y verdad que es preciso destacar e imitar. El año pasado la Corte Suprema declaró inconstitucionales las leyes de Punto Final y Obediencia Debida dictadas en el gobierno de Menem y con ello las investigaciones sobre los crímenes de lesa humanidad retomaron impulso. Ahora hay cerca de mil causas abiertas en todo el país, con alrededor de 500 acusados y 200 detenidos. Asimismo, en España el ex marino Adolfo Scilingo –el mismo que confesó que se arrojaban detenidos al mar- fue condenado a 640 años de cárcel, mientras que una fiscal de ese mismo país pidió para Ricardo Cavallo- miembro de los grupos de tareas de la ESMA-17 mil años de prisión. Por otro lado, la verdad se va abriendo paso y ya son 82 los nietos recuperados por las Abuelas de Plaza de Mayo, aquellos nietos que les fueran arrebatados a sus hijos en los centros clandestinos de detención. Hay, sin embargo, aún mucho por hacer teniendo en cuenta que persisten los indultos decretados por Menem a alrededor de 1200 personas -entre represores y guerrilleros-, tema en el que el presidente Kirchner ha venido mostrando mucha indecisión considerando que es una atribución suya declarar la nulidad de los mismos. Recientemente ha optado por dejar que sea la Corte Suprema la que se pronuncie al respecto, lo cual es interpretado por muchos como una “lavada de manos”, sobretodo porque dichos indultos beneficiaron a muchos montoneros, organización a la que de alguna manera estuvo ligado el presidente durante su juventud.

Hoy todavía las madres de la plaza de mayo siguen luchando, 30 años después de la noche más larga, con la misma energía de la primera vez, todos los jueves frente a la Casa Rosada, con más canas que antes y algo más encorvadas. No pudieron doblegar su lucha las amenazas de muerte ni la represión de Videla. Ni siquiera pudieron con ellas las desapariciones forzadas de algunas de sus integrantes, como es el caso de Azucena Villaflor -su primera líder y a quien se atribuye la idea de ir a protestar a la misma plaza, icono del poder dictatorial-, quien fuera secuestrada, torturada en la ESMA y posteriormente lanzada al río de la Plata en un “vuelo de la muerte”. Aún esperan –ya no por sus hijos- pero si por justicia y sanción a los responsables. Para ellas, los que se fueron todavía están vivos, porque –como dice una canción de Teresa Parodi- nunca desaparecen los desaparecidos.
Buenos Aires, 24 marzo de 2006.


Aunque sigo conservando en lo esencial la vision que tenia en aquel entonces, quiero en los posts que siguen profundizar algunos de los aspectos que me interesan del fenomeno y ponerlos en perspectiva comparada con la experiencia peruana. En un proximo post empezare por discutir el tema a partir de las construcciones elaboradas sobre el papel de los grupos subversivos.

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