lunes, 1 de febrero de 2010

Reivindicando a Romerito (I)

Hace un tiempo se armó en la blogosfera una discusión interesante que tenía que ver con la peruanidad y la forma en que los peruanos percibimos el éxito y el fracaso de los connacionales. Esta surge a partir de una serie de posts que escribiera Silvio Rendón en el Gran Combo Club acerca de lo que él llama el “síndrome romerito” (ver la discusión aquí, aquí, aquí y aquí), que mas o menos refiere a esta suerte de incapacidad que tendríamos los peruanos para ganar. Martin Tanaka desde su blog contrapuso al “síndrome romerito” con lo que él denomina el “efecto salmón” y el “efecto caballo de troya”, haciendo notar con ello de que el éxito requiere, por un lado, del apoyo de otros (en el caso de un deportista, de buenos técnicos, buenos dirigentes, apoyo de la empresa privada, entre otras cosas) y –por el otro- de la existencia de grupos de avanzada que van abriendo la cancha para los que vienen detrás. Los logros recientes de Kina Malpartida y de Claudia Llosa, a diferencia del “fracaso” de Romerito, serian –de acuerdo con Tanaka-una expresión de lo anterior:

“Digamos que Romerito perdió porque estaba muy solo: era un buen boxeador, pero no tenía buena esquina. Tal vez Kina Malpartida ganó porque, además, de ser buena, tenía buena esquina. Y esa buena esquina, el apoyo profesional que requería para avanzar, no lo tenía en el Perú. Por ello tuvo que conseguirlo en Australia y en los Estados Unidos. La anécdota de que con pasaporte peruano no consiguió visa para poder pelear en los Estados Unidos, y que por ello tuvo que sacar pasaporte australiano es muy elocuente. Peleó con una bandera de Australia: no importa. Lo importante es que su triunfo puede ser útil para los deportistas peruanos.

Creo que algo parecido se puede decir de Claudia Llosa: su éxito también puede ser leído como fruto de la iniciativa de un grupo de adelantados. Lo que no consiguieron aquí lo consiguieron fuera. No importa: su éxito puede abrir puertas y dar oportunidades a más peruanos.” El Efecto Salmon y el Caballo de Troya.

Quiero retomar la discusión, pero dándole énfasis a una suerte de dimensión distributiva implícita en el debate que me parece se perdió un poco en la discusión original. Mi argumento va como sigue: para evaluar el éxito de un peruano en el exterior, deberíamos prestar atención no solo a las limitaciones que este enfrenta por el hecho de ser peruano, sino también a las limitaciones que están asociadas con el lugar original que este ocupa en la distribución del ingreso.

Un ejemplo claro de la primera (el costo de ser peruano) lo encontramos cuando un peruano quiere hacer un doctorado en el exterior: los peruanos carecemos de las conexiones y contactos que tienen otros latinoamericanos y eso se refleja en el tipo de programas doctorales en los que usualmente estos se encuentran. Por ejemplo, es difícil encontrar peruanos en programas top ten en economía y supongo que la situación es similar en otras carreras. Basta mirar con los doctorados (cuando estos existen) de los profesores de las principales universidades del país para darse cuenta de ello, así como los programas de doctorado en los que están enrolados la gente de mi cohorte. A la misma conclusión llegaríamos si miramos en donde enseñan los peruanos que se dedican a la docencia en el exterior: Roberto Chang, probablemente el economista peruano más reconocido en el exterior, es profesor de Rutgers University, la cual no tiene un departamento de economia rankeado dentro de los 50 mejores del mundo. Lo mismo no pasa con los argentinos o chilenos que tienen varios economistas enseñando en universidades top como el MIT (ej: Ricardo Caballero e Ivan Werming).

Al costo de ser peruano hay que añadirle el progresar viniendo de más atrás. Volviendo al boxeo, hay que decir que Romerito era pobre, de un barrio marginal, mientras que Kina Malpartida claramente no. Mientras que Malpartida ciertamente tiene el mérito de haber logrado ser exitosa a pesar de sufrir todas las limitaciones asociadas con el ser peruana, difícilmente alguien podría decir que tuvo que enfrentar además el hecho de no tener recursos ni contar con oportunidades en país desigual y excluyente como el nuestro. Kina debe haber gozado de oportunidades educativas y laborales que escapan del alcance de un peruano promedio, mientras con seguridad Romerito estuvo excluido de estas (incluso hasta luego de la pelea con Mancini, tanto que solo consiguió un empleo de sereno y tuvo que migrar ilegalmente a España). Kina tuvo los recursos para irse a Australia para poder dedicarse al boxeo, mientras que con seguridad Romerito no hubiera podido hacer lo mismo. A pesar de todas esas limitaciones, Romerito fue un boxeador de elite que reto al campeón mundial de aquel entonces, “Boom Boom” Mancini. No ganó el título, es cierto, pero eso no lo hace un sinónimo de fracaso. El haber estado en el mismo ring que Mancini disputándole el título mundial, viniendo de la marginalidad en la que vivió en su natal Trujillo y sin contar con el soporte profesional con el que contaba Mancini, no puede ser considerado un sinonimo de fracaso. No lo creo.

Hace un tiempo en el blog de Martin Tanaka, a propósito de este tema de la diferencia entre Romerito y Kina, alguien llamado Jerónimo Pimentel escribió un comentario que me parece que es probablemente el mejor de los que he leído en la web. Lo copio completo:

“Quisiera hacer un comentario respecto al mal llamado “Síndrome Romerito” y a lo injusto que me parece que se le utilice como símil del fracaso. Romerito fue descubierto por casualidad por un empresario boxístico que buscaba talentos en Trujillo y lo eligió del mismo que modo que los norteamericanos reclutan desadaptados en el Bronx: el box no es un “deporte” en tanto no hay nada lúdico (o metafórico) en su esencia: un gol duele simbólicamente (una pelota entró al arco) pero un golpe duele realmente, en el hígado o la cara (ver On Boxing, Joyce Carol Oates). Los candidatos ideales para ello son entonces supervivientes, sobre todo de entornos precarios. ¿Un ejemplo? Las barriadas de Trujillo en los años 70s de donde salió Romerito.

Él tuvo el mérito de vencer su coyuntura y, como bien dice Kike Pérez, sin “esquina” ni preparación comparable a la que tiene acceso un profesional de verdad, llegó a retar a uno de los mejores púgiles de su categoría en la historia: Boom Boom Mancini, quien venía de matar a un coreano en su pelea anterior. Mancini, sobra decirlo, contaba con un equipo y una preparación de alta competencia, mientras que Romero contaba son su talento y una asesoría absolutamente amateur.

Después de esa pelea el Perú le reservó a Romerito un puesto como sereno de Jesús María. El “sistema deportivo peruano” (si existe algo que merezca ese nombre) ni siquiera lo recicló de entrenador o buscador de talentos o profesor de Educación Física. No. Sólo sereno. Luego emigró de ilegal a España, se regularizó, gracias a compatriotas asentados (Caballo de Troya) puso un restaurante temático, y hoy vive cómodamente usufructuando las regalías de su paso por el Madison Square Garden. En España no pueden creer la pelea que le hizo a Mancini, y los especialistas consideran que el triunfo del ítalonorteamericano se debió a un “lucky punch”. Negarle méritos o usarlo como metáfora del fracaso (Bye Bye Romerito, El Síndrome Romerito) me parece de una mezquindad enorme.

Ahora voy a correr el riesgo de hacer el papel de aguafiestas –no lo soy, no quiero serlo, pero la argumentación puede dar a entender eso- matizando el logro de Kina Malpartida, logro que por supuesto celebro y disfruto como amante del box. Pero comparar un campeonato de box femenino, que prácticamente es una competición en ciernes y semiamateur (baste ver el récord de las contendientes, su condición técnica y la semiclandestinidad con la que se practica –no existe vídeo serio de la contienda-), con una final contra Boom Boom Mancini en el estelar de una noche en el MSG, es por lo menos descabellado. Sucede que el Perú es un país que, desde la obsesión por el fracaso, añora el triunfo al punto de haber hecho del éxito la medida de todas las cosas, ensalzando así lo que tiene a mano y denigrando lo que pudo ser pero no fue. ¿Es que un cinto hace mejor a un deportista respecto a otro? Los que amamos los deportes en general, y el box en particular, sabemos que ambas trayectorias son difícilmente comparables, y aprendemos a asumir la relativa aleatoriedad de la victoria ante condiciones parejas como un atractivo más de lo que vemos. ¡Pobre de aquellos que buscan idiosincrasias nacionales en un deporte que ni siquiera califica como tal! ¡Pobre del país que necesita héroes (Brecht-Galileo) y los encuentra en el boxeo femenino! La de Kina Malpartida es una gran victoria suya, un campeonato plausible digno de toda celebración, pero no por eso debemos satirizar o denigrar otros triunfos que las anteojeras del éxito nos impiden ver. A Romerito nadie le regaló nada. El Perú quiso de él un sereno o un delincuente, y él fue un boxeador de élite. Ni tampoco nadie regaló nada a Rivadeneyra, ni al mejor boxeador de toda nuestra historia, el gran Mauro Mina, que nunca fue campeón por obra de las mafias del box estadounidense (siendo el primero en el escalafón no se le dio la oportunidad de retar al campeón), pero que no por eso deja de estar a años luz en calidad técnica y victorias de la buena y reinante “Dinamita” Malpartida.”

Mas que un signo del fracaso, Romerito es una expresión del peruano que logra hacerse un lugar a pesar de la adversidad. Al igual que Kina, Romerito tuvo que enfrentar todas las limitaciones asociadas a ser peruano. A diferencia de esta, Romerito vino de atrás, de los barrios pobres de Trujillo, con todas las desventajas asociadas a nacer y crecer en la pobreza y la marginalidad. A pesar de ello, Romero llegó a la pelea con Mancini invicto, con 14 victorias a cuestas, y tumbó a este último hasta en dos oportunidades antes de ser vencido. Como dice Pimentel, Romerito pudo haber terminado siendo un delincuente pero fue un boxeador de elite que retó al campeón mundial a pesar de todas las limitaciones que enfrentó, careciendo de apoyo técnico y soporte profesional. Si Kina no hubiera sido boxeadora, tal vez hubiera seguido haciendo tabla o quizás estaría ahora dedicada al modelaje. Tenía oportunidades, posibilidad de elegir. Dudo mucho que decir lo mismo de Romero.

Con esto no quiero restarle merito a nadie. Kina es campeona mundial sin discusión y es un orgullo tenerla de compatriota. Solo quiero reivindicar a Romero porque en un país en donde los pobres carecen de oportunidades, hacer lo que él hizo es para quitarse el sombrero. Porque al final del día, reivindicar a Romero es reivindicar -de algún modo- a tanto compatriota que lucha por progresar a pesar de la pobreza y la carencia de oportunidades, haciendo lo posible por ser más de lo que el Perú espera de ellos. Algunos lo logran, otros –como Romero- quedan muy cerca de la gloria, y no pocos se quedan en el camino.

Todavía queda mucho por hacer para que, aquellos que logran superar la adversidad, no sean una pequeña minoría. Y tengo la impresión de que eso tiene poco que ver con recursos y más con el combate contra las prácticas excluyentes que se reproducen cada día en el país. Para volver al ejemplo académico con el que empecé esta discusión, ¿Por qué uno casi no encuentra egresados de universidades públicas haciendo el doctorado en el exterior? Mi hipótesis es que ello se debe a las barreras que existen en la academia local. En Argentina por ejemplo, un egresado de una universidad pública como la UBA, si es lo suficientemente bueno, puede trabajar con algún profesor de una universidad privada de prestigio y conseguir una carta de recomendación. Ello es posible porque existen espacios académicos más abiertos, en donde los estudiantes de universidades públicas pueden presentar sus investigaciones y ganar atención en función a la calidad de su trabajo. En el Perú esos espacios casi no existen y por asimetrías de información los centros de investigación existentes no contratan egresados de universidades públicas. La paradoja es que mucho capital humano valioso puede terminar perdiéndose aun cuando podría ser más rentable contratar a un egresado de nivel de universidad pública.

La otra diferencia es que los programas de postgrado en Argentina compiten por los mejores estudiantes del país otorgándoles becas y otras ventajas. El incentivo es atraer estudiantes que se espera luego tendrán una performance exitosa en los programas de doctorado, lo cual redundaría en el prestigio del programa. En el Perú, los programas de maestría no tienen ese tipo de incentivos. Aun los programas que tienen una lógica similar de colocar a sus egresados en el exterior todavía son muy nuevos y no tienen una plana docente completamente académica como las que uno ve en Argentina o Chile. En ese contexto, el egresado de pública que quiere avanzar tiene que hacer un salto al exterior para seguir progresando. Así, mientras que en Argentina, un egresado de una universidad pública puede tener oportunidades de investigación en la academia local y acceso a programas de postgrado que le permitan luego ir un doctorado de nivel, en el Perú se debe salir del país si es que uno se quiere dedicar a la investigación. No es raro, entonces, que uno se encuentre con egresados de la UBA haciendo el doctorado en el MIT, Princeton, Stanford, Yale, por mencionar solo algunas de las universidades rankeadas en las que estos están. Una academia abierta y competitiva es, a mi entender, la explicación más sencilla a lo anterior.

OTRO SI DIGO:

Para una vision contraria a mi reivindicacion de Romero, ver este articulo de Renato Cisneros en el Comercio:

http://elcomercio.pe/impresa/notas/bye-bye-romerito/20090223/249884

5 comentarios:

Silvio Rendon dijo...

Hola Stanislao,

No es que no lo haya dicho antes, pero quisiera incidir en un punto muy simple. Cuando Freud hablaba de "complejo de Edipo" no lo hacía al pie de la letra refiriéndose al rey de Tebas. Fue una figura inexacta, pero motivadora.

Muchos vimos ganar a Romerito y tumbar a Mancini para luego caer. No es un tema de Romerito, sino de los peruanos en general. No es un tema de "menospreciar" o "reivindicar" al compatriota boxeador. Cuando utilicé el término lo hice recordándolo (cuando escribí sobre el tema, no es que mucha gente recordara a Romerito; era un olvidado). Los varios posts sobre él los escribí con muchas ganas de revertir el fracaso, sobre todo la cultura de fracaso, imaginádome un futuro en que Romerito se levanta y le gana a Mancini.

Saludos,

Stanislao dijo...

Hola Silvio:

Entiendo tu punto, pero mi critica va mas a aproximaciones como la de Renato Cisneros en donde el asunto deja de tener el sentido metaforico que le das en tus post originales. Mi intencion ha sido hacer notar que deberiamos prestar atencion al punto de partida y no solo el resultado final. No es igual empezar una carrera con 200 metros de ventaja que partir de mas atras. Habria que tomar en cuenta ello a la hora de juzgar el exito.

Saludos,

Silvio Rendon dijo...

Es claro que ambos boxeadores proceden de diversos conjuntos de oportunidades pero, si algo, yo veo continuidad. El éxito de Kina fue construído por el intento de Romerito.

Mal, Cisneros, por oponerlos y poner a una como buen ejemplo y a otro como mal ejemplo. Lo suyo suena a prejuicio de clase.

Electricidad y Electronica dijo...

Hola Stanislao,
Realmente muy bueno tu punto de vista, tuve la suerte de conocer personalmente a Romerito, en el Perú de los 80`s, donde salíamos de un gobierno militar y entrabamos a una democracia endeble y llena de funcionarios corruptos, alejados de los ámbitos financeros mundiales, considerados inclusive en la visión antiperuana de algunos periodistas, como un país inviable.
Sin embargo el mal denominado "Sindrome Romerito" no es tal, dado que la importancia histórica de un peruano saliendo de un pueblo provinciano para hacerse del cinturon de campeón mundial, fué lo mas motivador que tuvimos los peruanos en esos días, que junto a las chicas del volleyball nos dieron mucha fuerza espiritual, para enfrentar una realidad compleja y donde muchos jóvenes no encontraban esperanza en el futuro incierto que les tocaba vivir.
Creo que aquellos que como este periodista de marras (Cisneros)desconoce la historia de fuerza y pujanza, pues no todos tienen la suerte de ser apadrinados (¿?) y escribir en un periódico (claro está, una estupidez la dice cualquiera)y este señor cisneros me pregunto: ¿a quien le ha ganado? ¿tiene algun premio Pulitzer en su haber?...
Entonces comprenderas porque muchos peruanos no leemos las páginas desgastadas de un viejo diario como el comercio.
Saludos

Jorge Pareja

Franco Alvarado dijo...

Muy buen blog, acabo de encontrarlo. Felicito al autor y también el post copiado de Jeronimo Pimentel, simplemente brillante! Necesitamos esa lucidez, no dejen de escribir. Suerte!